miércoles, 13 de abril de 2011

Blanche d’Antigny: el verdadero rostro de Nana

A mediados del siglo XIX el romanticismo cede su lugar al realismo en la literatura europea. Esta nueva corriente literaria buscaba darle a las letras objetividad científica, haciendo de la palabra un instrumentos para informar sobre la realidad cotidiana. A este periodo de la historia literaria corresponde la novela “Nana”, del escritor francés Emile Zola (1840 – 1902), en la que se describe descarnadamente la vida de una cortesana del Segundo Imperio en Francia (1852 – 1870).

El argumento de “Nana” no deja la menor duda de la opinión del autor sobre las cortesanas, las reinas de la vida social y cultural parisina del siglo XIX. Para Zola las cortesanas eran seres volubles, que sin ningún motivo aparente podían pasar de la desconfianza a la sumisión, no conocían el sosiego pues todo en ellas era extremo, tanto sus alegrías como sus penas. Así, pues, “Nana” debía ser el retrato de las mujeres que Zola frecuentó en los cafés parisinos de su juventud. El bosquejo vital del personaje lo proveyó la actriz de teatro y cortesana más famosa de su tiempo, Blanche d’Antigny (1840 – 1874)

No obstante, el paralelo que trazó Zola entre su “Nana” y Blanche d’Antigny fue superficial y, en opinión de quienes conocieron a la persona detrás del personaje, injusto. Blanche d’Antigny distaba mucho de ser la cortesana fría y auto – destructiva de Zola. Por lo contrario, ella era una mujer sentimental, apasionada y muy generosa.

Marie – Ernestine D’Antigny nació en Martizay, Loira, el 09 de mayo de 1840. Su padre, Jean d’Antigny, era sacristán de la iglesia local y madre, Eulalie Florine Guillemain, hija de una familia de agricultores. Cuando Marie – Ernestine tenía 7 años, su padre abandonó a la familia. Su madre fue pronto tras sus pasos, dejando a su hija al cuidado de una de sus hermanas. Luego, tras conseguir trabajo en París como camarera de la Marquesa de Gallifet, Eulalie mandó a buscar a su hija y la matriculó en una internado religioso, gracias al apoyo de su benefactora. Esta ayuda económica permitió que la niña recibiera una educación muy superior a la que hubiera podido aspirar por su condición social. Durante esos felices años de infancia Marie Ernestine – llamada Blanche por la blancura de su piel – soñó con convertirse en monja. Este deseo infantil no pudo concretarse porque, tras la muerte de la marquesa, madame D’Antigny no pudo seguir pagando la colegiatura de su hija y apenas pudo conseguirle un empleo como vendedora de una boutique de moda. Este empleo le dio la oportunidad de conocer el mundo de la alta costura, que por aquel entonces estaba dando sus primeros pasos.

La vida de Blanche cambió cuando, tras ser seducida por un noble rumano, éste la lleva a su país y se convierte en el centro de la vida social de Bucarest. No obstante, la añoranza de su familia la hizo volver a Francia, donde, por consejo de una amiga, probó suerte en el mundo del baile en el cabaret más famoso de París, el Bal Mabille. Su entusiasmo, frescura y belleza pronto llamaron la atención de periodistas y empresarios teatrales, convirtiéndose en la vedette del momento. Ella asume su fama con cierta ingenuidad. Así, por ejemplo, solía quedarse profundamente dormida tras hacer el amor con sus amantes, por lo que cualquiera de ellos podía escaparse sin pagar sus honorarios. La solución que encontró a ese problema fue coser la ropa de su amante a la suya. El baile fue el inicio de una gran carrera en el mundo del teatro y la moda. Blanche d’Antigny era la modelo favorita de grandes boutiques, joyerías y perfumería, a tal punto que un crítico contemporáneo la denominó “la Venus de la época”.

Sin embargo, Blanche d’Antigny lo abandonó todo al conocer un virtuoso tenor. Se había enamorado de su voz y gastó la mayor parte de su fortuna en cuidarlo hasta su muerte, de tuberculosis. Con lo poco que le quedaba, contribuyó al cuerpo de ambulancias de París, durante el sitio de la ciudad luz en la guerra franco – prusiana (1870 – 1871). Tras la guerra intentó volver a las tablas, aunque no tuvo mucho éxito. Al regresar de una gira en Egipto, Blanche d’Antigny enfermó de fiebre tifoidea. Al no tener ya fortuna ni familia, su destino hubiera tenido que ser la atroz muerte que da Zola al personaje que creó. Empero otra cortesana se hizo cargo de ella y la cuidó hasta su muerte, el 27 de julio de 1874. Tenía apenas 34 años y quienes la vieron en sus últimos días, aseguraban que seguía siendo muy bella.

Blanche d’Antigny fue enterrada en el famoso cementerio parisino de Pêre Lache. Su memoria quedó en el imaginario colectivo porque, en su época, fue el equivalente a las estrellas de cine y televisión de nuestros días. Su leyenda seguía viva cuando Emile Zola la deformó y convirtió a Blanche en Nana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario